"LA TETA ASUSTADA"
KIMBERLY THEIDON
La
expresión "La teta asustada" se basa en la creencia
andina del traspaso del miedo y la tristeza que se da de madre a
hijo; creencia que fue investigada con rigor y precisión por
la antropóloga estadounidense, Kimberly Theidon, una mujer que
ha afrontado con lucidez un tema tan duro de tratar: la violación
sistemática del ejército en los distritos alto andinos
a mujeres y niñas indefensas, olvidadas por todos. La
antropóloga Kimberly Theidon investiga, desde mediados de la
década del noventa, las violaciones y maltratos que sufrieron
las mujeres durante la guerra interna que sacudió al país,
en especial en Ayacucho. Y fue ella quien tradujo del quechua el
nombre de la creencia que considera que la madre pasa al hijo la
tristeza a través de la leche.
Theidon, que es profesora asociada
de la Universidad de Harvard y autora del libro Entre Prójimos
(publicado en Perú por el IEP en 2004), estudió a siete
comunidades campesinas en el centro-sur de Ayacucho, cuyas vidas
quedaron marcadas a fuego por los años de violencia, en
especial del período de 1980 a 1992, llamado el "sasachacuy
tiempo" en quechua: "los tiempos difíciles".
La investigadora contó, en
conversación exclusiva con Terra, que se enteró de que
la película "La teta asustada", de Claudia Llosa
había ganado el Oso de oro en el Festival de Berlín por
llamadas de sus colegas, quienes le dejaron mensajes en su
contestadora. "Miré la premiación por Internet y
luego vi a Magaly Solier hablando en quechua. Es lo máximo, es
el sueño de cualquier investigadora. Yo estuve conmovida por
lo que investigué y escribí, así que la idea de
que ese trabajo pueda motivar a otras personas me congratula mucho."
Theidon recuerda que hay un libro sobre el don de Marcel Mauss, que
dice que los dones recirculan y establecen redes sociales, y precisa
que: "Cuando me hablaron de sus experiencias, estas mujeres me
encargaron un don, con la
responsabilidad de reciprocar; yo
compartí lo que me contaron. Pensar que haya una persona que
normalmente no se interese por un tema de violencia sexual, pero que
gracias a la película se acerque al tema, es una satisfacción
enorme."
Terra: Según sus investigaciones, ¿Fue la violación una estrategia de guerra durante los años difíciles? ¿Se podrá saber la magnitud de ella?
KT: No hay manera de saber la
magnitud exacta, pero fue un hecho generalizado. Uno de los problemas
es que el verbo violar no se usa en quechua; se usa "fastidiar",
"molestar", "abusar", etc. En los inicios, me
empezaron de hablar de abusos, pero en tercera persona, como hablando
de otra comunidad a la distancia; pero poco a poco, cuando trabajé
en Vilcashuamán, donde hubo bases militares, me decían
"violaron a todas nuestras niñas". Ahí me di
cuenta de que era un problema masivo. En términos de violación
grupal se trataba del Ejército, pues las mujeres narran
experiencias de grupos de 20 personas que las atacaron. En cambio
Sendero Luminoso era diferente: ellos entraban a "reclutar"
a las chicas y luego decían "tú estás aquí,
vas a estar con él". Pero la estrategia de las Fuerzas
Armadas era la violación en grupo.
Terra: ¿Qué otros tipos
de abusos sufrieron las mujeres de las comunidades campesinas en
Ayacucho?
KT: Un hecho que acabo de descubrir es que los sacerdotes, en alianza con el Ejército, comercializaban mujeres que pertenecían a Sendero Luminoso y que terminaban casadas con los indeseables de cada pueblo, tras una venta en el mercado. Es una revelación: los sacerdotes ponían a caminar a las mujeres que atrapaban los miembros del Ejército, y a la fuerza tenían que casarse. Ese fenómeno recién acabó cuando entraron los warmakunas ("jóvenes modernos"). Estas mujeres salvaban su vida, casándose con los "opas" (tontos) o viejitos de cada pueblo; los sacerdotes sacaban dinero por el matrimonio, fue una manera de resignificar el parentesco con la violencia sexual.
Terra: ¿Es difícil
romper el hielo al hablar de un tematan difícil con las
mujeres de Ayacucho?
KT: Para mí era éticamente
imposible preguntarle a alguien: "Señora, ¿fue
usted violada?". Nosotros buscábamos hablar con las
mujeres en un contexto donde no sintieran que iban a recibir una
retribución a cambio, pero si uno se queda mucho tiempo
viviendo con la gente, ellas van a empezar a hablar. Cuando empezaron
a hacerlo, me fascinaron varias cosas. El contexto, pues tenían
que explicar por qué estaban vulnerables ante el atacante;
luego, todo lo que hicieron para defenderse, o para defender a sus
familiares durante el ataque. Pienso ahora en una madre cuando narró
su experiencia con cinco soldados: "Yo les dije de frente que no
iban a tocar a mis niñas salvo que me maten". En su
historia, aunque vivió una experiencia horrible, hay algo de
orgullo porque pudo defender a sus hijas, a quienes querían
violar los soldados. Esta señora las agarró entre sus
piernas y las protegió durante ese momento repugnante.
Terra: ¿Usted quiere decir que
nuestras mujeres buscaron el heroísmo y mantuvieron la
dignidad en un trance tan difícil?
KT: Me da tanta pena que las violadas
siempre sean humilladas, estigmatizadas. Esas mujeres lo hicieron
para salvar a sus hijos, pero lo que me da tanta pena es que siempre
que se habla de las violadas se habla de suciedad, de un estigma,
pero no hay tiempo para hablar del heroísmo. ¿Cuántas
vidas se salvaron por el sacrificio de estas mujeres? A cambio se les
ataca, los maridos las abandonaron. Ocurrió una doble
injusticia, eso es lo que me mata.
Terra: ¿Cuán
generalizado fue el fenómeno de "la teta asustada"?
KT: Absolutamente omnipresente.
Durante los años del terror surgió una y otra vez el
temor de dar de mamar a los niños, pasarles la leche de rabia,
la leche de preocupación. Hubo mujeres que intentaron dejar
morir a sus bebés. "Mira, yo les di teta de preocupación,
¿qué va a pasar con esa criatura?, ¿cómo
va a vivir así?". Fueron mujeres que dejaron a sus bebés
boca abajo, esperando que fallecieran. Se cometió infanticidio
por evitarles una vida de sufrimiento. La idea de que jamás
iba a ser normal un bebé que ha tomado esa leche, en el útero
o en la lactancia, fue un fenómeno absolutamente generalizado.
Terra: ¿El nombre de "teta
asustada" se lo dio usted o la enfermedad ya se llamaba así?
KT: Fue el nombre que le puse al traducirlo del quechua. Es lo que la gente dice, "leche de rabia", "leche de miedo". Para mí fue la mejor manera de traducir este fenómeno, y lo usé por vez primera en mi tesis y luego en varios artículos y libros. Me puse a pensar cómo se sentirá una mujer con el temor de que su propio cuerpo sea un peligro para su bebe. Que la cosa más natural que se la da a un bebe es lo que lo daña. Es terrible.
Terra: ¿Cómo fueron esos
niños que fueron producto de la violación y cuyas
madres no fueron asistidas en su salud mental?
KT: Es un tema muy difícil. Hubo mujeres que intentaron abortar con hierbas, literalmente no podían tolerar el feto. Cuando hablamos de una mujer producto de la violación se está jugando con el tiempo, porque se crea una memoria futura: cada vez que esa mujer vea la cara de su hijo recordará el momento más difícil de su vida.
Un día
encontré un
niño que casi no hablaba, que solo se la pasaba pastando a su
llama y a sus dos cerdos, y al preguntar sobre su historia me dijeron
que se llama Chiqui, es decir "maldición" en
quechua. ¿Puedes imaginar que haya una criatura con un nombre
tan terrible? Está marcado para siempre.
Terra: ¿Cuán necesaria
es una política de salud mental en zonas afectadas por la
violencia?
KT: Para mí no se trata solo de pensar en los servicios de salud mental. La violencia sexual fue en fenómeno en la guerra interna, pero, ¿dónde están los hombres que cometieron las violaciones, sean soldados, ronderos o senderistas? En una guerra se exacerban las violaciones, pero ¿qué pasa en tiempo de paz? Me da pena la carga negativa que cae sobre las mujeres, pero cómo podemos hablar solamente de la mujer y de su estigma, olvidándonos de los hombres. Entrevisté a oficiales de la Marina que me dijeron que sus jefes incentivaban la violación; yo abriría un espacio en las Fuerzas Armadas para hablar del tema en tiempos de paz, y me preguntaría qué tipo de sociedad queremos para nuestros niños y adolescentes sino reflexionamos sobre los actos de violación masiva que cometieron sus miembros a miles de mujeres, cuyas vidas quedaron estigmatizadas.
Terra: ¿Considera que el premio
a la película "La teta asustada" ayudará a
conocer más esta terrible realidad que vivieron las peruanas
en los Andes?
KT: Claro que sí. Es una película que abrirá el espacio para dialogar sobre lo que pasó; queremos que sea una ventana de esperanza al diálogo sobre la persistencia de la violencia sexual en tiempos de paz, un desafío para cualquier investigador social.